Viniste destino y me hiciste morada, lunas condenadas a brillar en una, sustanciosa fortuna para nuestro alma que llenó sus arcas y barrió sus lluvias. Dormitó sobre piel el mundo perfecto sin apresurarse en estreno ni bajarse de él, y clavó sus pies bajo la epidermis del pecho quedándose quieto para no retroceder.
Esencia